viernes, 16 de septiembre de 2011

CANCHACAYA-OTAO-CALLAHUANCA, 11/09/11

¡Habla, vamos a cletear a Canchacaya?... umm… ¿y dónde queda eso?, aquí cerquita no más, en las montañas de Harochirí, umm… ¡Vao pe!
Ruta 1: La trepada.
La mañana del 11 de septiembre, una veintena de hombres se lanzó a rodar por las empinadas sendas de Canchacaya y Otao, en este último pueblo algunos decidirían su destino para animarse a conquistar las abruptas cuestas que llevan a parar a Callahuanca.
Ruta 2: El descenso técnico.
La convocatoria no se hizo esperar, con dos semanas de anticipación varios cicloviajeros fueron sacando visa para consagrar el sueño de unir Otao con Callahuanca a puro pedal.

Hubo varios que enrumbaron pedales la noche anterior e hicieron la ruta completita desde Lima (pa sacarse el sombrero), otros fueron en bus hasta Canchacaya y treparon hasta Otao y unos cuantos fueron directo a Otao para hacer el descenso a Callahuanca. Sin embargo hubo uno que pedaleó desde San Pedro de Casta hasta Otao. Pero no importa como hayan llegado, lo importante es que estuvieron allí para saborear cada quien a su manera la libertad de conducir una cleta custodiado únicamente por la magia inapelable de los Apus, colosales e impertérritos, que se imponían en el silencio inexpugnable del majestuoso paisaje Huarochirano.

Canchacaya es un pueblo ubicado a 2500msnm, pertenece al distrito de San Mateo de Otao, ubicado a 3500msnm. Callahuanca está ubicada a 1750msnm. Otao y Callahuanca son dos de los 32 distritos de la provincia de Huarochirí, pertenecientes al departamento de Lima. Todos estos pueblos se localizan al Noreste de la ciudad de Lima, a unos 80km de distancia aproximadamente. Para acceder a la ruta que lleva a Canchacaya hay que hacerlo por el puente Cupiche que se encuentra ubicado a la altura del kilómetro 44.5 de la Carretera Central.

Eran las 11 de la mañana cuando nuestro bus llegó a Canchacaya, Ronal, Ruby, Junior y yo nos bajamos mientras que otros ciclistas se fueron directo a Otao. En el camino el bus recogió a tres amigos que habían venido pedaleando de Lima la noche anterior, también vimos a otros ciclistas en plena trepada entre ellos: Pedro, Armando y Danler, quienes también habían hecho la ruta desde Lima. En Canchacaya nos encontramos con Kamary y Pietro, quienes habían tomado el bus anterior. Al momento llegaron Pedro, Danler y Raúl, extenuados por el fragor de la pedaleada cuesta arriba. Luego de tomar algunas fotografías en la plaza del pueblo y abastecernos de lo necesario, iniciamos la trepada a Otao.
Cerca de las 12 del medio día puse mi odómetro en cero y me lancé a rodar por aquella trocha carrozable que se iba despabilando en zigzag abriéndose paso por una quebrada interminable que en lontananza iba dibujando paisajes que cautivaban al ojo más distraído y al corazón más rebelde.
No pasó ni una hora y casi todos los que partieron conmigo habían desaparecido de mi vista, estos raudos y rudos ciclistas parecían viajar en caballos y no en bicicletas. Sólo Ronal y yo veníamos al último, aunque más abajo había tres ciclistas de la noche anterior. Pasada las dos horas mi organismo se aclimató y empecé a rodar con mayor solvencia, aunque a una velocidad mínima, pues el ángulo de inclinación de aquella trocha sí que era bastante respetable. Sabía que la trepada era de 12 km y apenas llevaba cuatro cuando mi gasto cardiaco había superado los 5 litros de sangre por minuto, fue necesario hacer paradas cada 500 metros, mientras tanto aprovechaba para registrar con mi cámara los caprichosos matices y las texturas orgánicas que fueron saliendo a mi paso durante mi ascenso por la montaña.
Cuando ya había trepado casi 7km, apenas podía distinguir a Ronal en la parte baja de los cerros y cerca de él un bravo jinete que parecía tener un motor en las piernas, después supe que se llamaba Ubens, un ciclista que había venido trepando desde las orillas de la Carretera Central. Con el estoicismo que pedaleaba era seguro que Ubens en algún momento me alcanzaría. Mientras tanto yo seguía trepando a duras penas, mimetizándome en ese geomorfismo de relieves inéditos que guardan en sus entrañas la historia jamás descifrada de la madre tierra y de la vida misma.

En el kilómetro 10 alcancé a Ruby, mi amiga había decido adelantarse desde el inicio, ella rodaba su monoplaza con la convicción de un guerrero que va buscando la gloria en la plazuela de Otao. Aún faltaban dos kilómetros para coronar el primer objetivo, sabíamos que Otao se hallaba muy cerca y eso nos reconfortaba, el lienzo abrupto de la carretera a estas alturas era sólo un grato recuerdo plagado de memorables paisajes que habían quedado grabados para siempre en nuestra retina.
Ubens apareció como un relámpago detrás de nosotros, nos saludamos brevemente y luego desapareció entre los hilos de una ligera llovizna que amenazaba con malograrnos el viaje, sin embargo la lluvia cesó al poco rato.
Cuando mi odómetro marcó los 12km, la carretera perdió inclinación y el terreno se fue volviendo llano, mientras tanto unas casitas con techo a dos aguas nos van anunciando nuestra llegada a San Mateo de Otao. Eran casi las 4pm cuando una jauría de perros nos sale al encuentro y un burro en medio de la plaza, que fungía como anfitrión, nos da la bienvenida al pueblo.
Avistamiento de San Mateo de Otao.
 Con mis amigos Ruby y Ubens, en San Mateo de Otao.
Era lógico que todos los que llegaron primero ya no estuvieran allí, pues casi todos se habían lanzado a rodar por los abruptos senderos que comunican San Mateo de Otao con Callahuanca. De todos sólo quedaba Raúl, quien revisaba su cleta con manos de cirujano. A pesar que ya era tarde, él de todas maneras bajaría por esas montañas, se sabía la ruta, poseía la técnica y estaba investido de una fuerza telúrica que lo ponía a salvo de cualquier desgracia. Yo en cambio no sabía la ruta, no tenía la técnica y mucho menos el poder de los Apus para que el día me espere y la noche no me sorprenda en medio de la nada, sabía que mi ritmo de descenso era distinto al de Raúl por eso finalmente desistí y decidí quedarme con Ruby para descender por Canchacaya hasta Chosica. A las 4.15pm Raúl y Ubens se lanzaron por los abismos de Otao en dirección a Callahuanca, a los pocos segundos sólo quedó de ellos una frágil estela sobre el polvoriento camino que se fue inventando con el simple rodar.
 Ruby, con Raúl y Ubens, antes que ellos se lanzaran por los abismos de Otao. 
 El pueblo de San Mateo de Otao.
 Ruta que une Otao con Callahuanca.
 Las Vecinas de Otao.
A las 5pm Ruby y yo descendimos por la ruta de Canchacaya hacia el valle del Rímac, a esa hora recién llegaba Luis, a quien dejamos en Otao descansando de su larga jornada desde Lima.  La noche cayó en un pueblo cercano a Lanca y la luna empezó a brillar como un sol. Las luces Led del casco de Ruby alumbraban potentemente el camino, razón por la cual descendíamos por las montañas sin la preocupación de caernos, entregados al ritual de la conversación como si fuésemos dos viajeros al interior de un bus. A las 8.30pm llegamos al puente Cupiche y en estampida nos lanzamos a rodar por la Carretera Central hasta Chosica, culminando así una historia más de una ruta en bicicleta por las montañas del Perú.
Descenso nocturno: Otao-Canchacaya-Chosica.
Ruta 3: Descenso Otao-Canchacaya-Chosica.

Ver todas las fotos aquí: RodandoPerú Fotos.

Conoce el Perú primero y si es en cleta mejor.
La bicicleta genera sueños de libertad, con ella puedes ser capaz de llegar a cualquier lugar impulsándote por el motor de tu propio cuerpo.
Cuando viajes por la naturaleza no la ensucies, hazte cargo de la basura que tú mismo generas.


Atte.

Dúbert Díaz.
RodandoPerú

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2 comentarios:

  1. me parece bien el turismo felicitaciones por colgar las fotos estan lindas,haq mejorado mucho canchacaya
    hace años no voy por haya espero estar pronto saludos

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  2. Gracias por tu comentario, sigamos conociendo el Perú primero.
    Saludos.

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