viernes, 16 de octubre de 2009

LIMA – HUACHO – HUAURA, 170K.

A 152 km al norte de Lima se encuentra la ciudad de Huacho, con sus salchichas y sus playas ardientes, su balcón libertador y sus albuferas de medio mundo.

Para un hombre común y corriente no sería difícil llegar hasta allá, pues sólo tendría que abordar un bus y en dos horas habrá satisfecho sus ganas de estar en dicha ciudad; sin embargo, aleluya de las diferencias, hay quienes preferimos hacer el viaje en 2 ruedas sin importar lo que nos tarde en llegar. Hay quienes dicen que estamos locos, otros nos tildan de temerarios y otros piensan que somos unos farsantes, pues les resulta imposible creer que un simple mortal pueda pedalear 170km durante casi 10 horas y vivir para contarlo. Tal vez sí estamos locos, pero de aburrimiento, de estrés, de sedentarismo, de asfalto y cemento, de trabajo, de semáforos y ciudades atiborradas de smog, ruidos molestos, avisos publicitarios y personas indeseables que se te cruzan por el camino. Por estos y por otros motivos los cicloviajeros nos lanzamos a rodar con el único deseo de prodigarle a nuestra alma harta felicidad y sensación de libertad a raudales.

Eran las 6.25am del día 11 del mes 10 del año 2009 cuando me encontré con Pedrito en el Cine Orrantia. A las 6.30am empezamos a rodar por las avenidas Javier Prado Oeste, La Marina y Universitaria. A las 7.30am estábamos ya en la Panamericana Norte donde nos encontramos con Armando, Julio y Arturo. De allí, a velocidad moderada, nos fuimos alejando de Lima hasta alcanzar el Peaje de Ancón en el km. 48 de la Panamericana Norte, previo encuentro con Pavel y Moisés en el centro de control de la Sunat. Al otro lado del peaje nos esperaba la aventura, con sus colinas empinadas y su carretera tortuosa, sus vientos de arena y su calor sofocante, su densa neblina y su prolijo desierto que en algún momento iba a ser tímidamente interrumpido por el valle de Chancay.

A las 9.20am retomamos el viaje. Los 25km que separan Ancón de Chancay están ocupados en gran medida por una elevación montañosa conocida como Pasamayo, la cual posee dos carreteras, una de las cuales se llama “variante de Pasamayo” que es por donde viajamos esta vez. Son 15 km de subida y 10km de bajada y te toma casi dos horas concluir dicho tramo. La trepada es medianamente exigente pues llegas a ascender hasta cerca de los 1000msnm. Entre abril y setiembre, este lugar suele estar cubierto por una densa neblina que se desliza como un fantasma sobre la superficie estéril del desierto que, a la sazón, le va absorbiendo su humedad y va haciendo brotar una fina hierba que modifica el paisaje en todo su amplitud. El descenso de 10km hasta la entrada de Chancay es una experiencia espectacular, la bicicleta puede sobrepasar los 70Km/h, razón por la cual hay que estar muy atento para no perder el control de la máquina, pues el primer error sería el último y tal vez no vivas para contarlo.

A las 11am arribamos a Chancay, una ciudad situada casi al nivel del mar. Nosotros pasamos de largo pues nuestro objetivo era llegar a Huacho lo más antes posible para poder ir a las albuferas de medio mundo. A las 11.50am nos detuvimos en el kilómetro 82 para abastecernos de alimentos y bebidas, pues se avecinaba una gran franja desértica capaz de hacer sucumbir hasta al más entusiasta de los viajeros.

Atrás se fue quedando el valle de Chancay, con sus cultivos de hortalizas y naranjos, con sus playas de arena y sus lomas multicolores, con sus tierras fecundas y su generoso mar. Mientras tanto la carretera se iba abriendo paso sobre las caprichosas formas del desierto costero, algunas veces la trayectoria que seguíamos se inclinaba hacia arriba y otras veces hacia abajo, las trepadas de 4 ó 5 km parecían interminables. A las 12.40pm, en lo alto de una colina, en medio del desierto, alcanzamos el km 100 de la panamericana norte, lugar que consideré digno de registrar fotográficamente, pues en otra ocasión había hecho lo mismo en un punto equidistante al sur de Lima. El kilómetro 105 no sería relevante si no fuese porque allí se encuentra el acceso a la reserva nacional de Lomas de Lachay, un ecosistema singular enclavado en pleno desierto, con una flora y fauna característicos que se vuelven exuberantes durante los meses de julio a setiembre cuando la neblina abunda. ¡Quién diría que algún día yo llegaría en bicicleta a las Lomas de Lachay!, en mi época de estudiante, cuando vine más de una vez por aquí, seguro que jamás pensé hacerlo en dos ruedas y si alguien de mi entorno lo hubiese imaginado habría catalogado de absurda la empresa de rodar 105 kilómetros hasta dichas lomas, sin embargo, esta vez, Lachay estaban frente a mí y había salvado sus distancias a bordo de un vehículo de propulsión humana.Más allá de Lachay hay 43 kilómetros de desierto antes de llegar Huacho, este tramo me hizo recordar la ruta de Asia a Cerro Azul (ruta a Cañete), con la diferencia de que al norte hay más colinas que trepar, no obstante los descensos se convierten en una retribución al mérito que te ofrece la posibilidad de rodar a 50km/h montado en un vehículo de primera clase.

A pesar de su aparente quietud y desolación constante, el desierto del pacífico presenta un dinamismo singular, el viento remueve la arena y al mismo tiempo va construyendo, destruyendo y reconstruyendo el paisaje, y en sus zonas más altas las colinas se vuelven esponjas atrapadoras de agua, lo cual hace que el germoplasma germine originando una gran variedad de hierbas que otorgan al desieto matices de prado. A la distancia, la carretera se ve como un hilo negro sin fin, casi infranqueable si vas a bordo de un velocípedo, no obstante a estas alturas del camino ya nada te puede doblegar, sobre todo cuando te faltan 30 km para coronar tu objetivo. Sin embargo, nunca faltan problemas técnicos ajenos a nuestra voluntad que intentan truncar el viaje, esta vez la bicicleta de Armando estuvo a punto de colapsar, el plato medio de su catalina se había doblado, tal vez debido a la fuerte presión ejercida por la cadena a la hora de trepar las cuestas. Felizmente el plato pudo ser enderezado pero quedo inutilizable, razón por la cual se habilitó sólo el plato grande con lo cual Armando pudo continuar el viaje.A las 3pm, extenuados y famélicos, llegamos al peaje de Huacho. Aún nos quedaba 10km por recorrer, pero antes había que reponer energías y re hidratarse correctamente. A las 3.15pm retomamos el viaje y luego de atravesar el desierto por 20 minutos pude ver al fin desde el sillín de mi bicicleta la ciudad de Huacho, reposando tranquila sobre una extensa llanura cercana al mar. A las 3.45pm cruzamos el arco que da la bienvenida a esta ciudad y a las 4pm llegamos a la plaza mayor, donde hicimos un alto para almorzar y pensar en el siguiente destino. Al término del almuerzo ya habíamos decidido cancelar nuestro viaje a las albuferas de medio mundo por cuestiones de tiempo. Fue entonces que decidimos hacer un poco de cicloturismo por el lugar, yendo primero al malecón y de ahí a Huaura, donde se encuentra el balcón libertador. En el malecón de Huacho Arturo se percató que su llanta se estaba bajando, lo cual motivó su rápido cambio, no obstante nada hacía presagiar que la reparación de dicha avería iba a movilizar a todos los presentes, pues se necesitaron seis hombres para solucionar el problema, ¿será que acaso el problema era realmente serio? ¿Será que la bicicleta de Arturo exige la intervención de más de una mano experta? o ¿es que Arturo tiene la capacidad de convocar la solidaridad de todos cuando la necesidad lo apremia? Más allá del motivo que fuera y de la chanza que ello produjo lo cierto es que Arturo y su bicicleta pudieron seguir rodando por los caminos del Perú.
A las 7pm, en el terminal de Huacho, mi odómetro marcaba 170km de recorrido total, con esto otro más de mis sueños en dos ruedas había sido cumplido.


Ver álbum de fotos aquí:
http://picasaweb.google.com/ciclotrebud/LimaHuachoHuauraFullBicla111009#


 ATTE

Dúbert Díaz R.
RodandoPerú


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viernes, 9 de octubre de 2009

LIMA-SAN JERÓNIMO DE SURCO-LIMA

LIMA-SAN JERÓNIMO DE SURCO-LIMA
Rodando por los caminos del Perú

El domingo 4 de octubre de 2009 me fui a San Jerónimo de Surco en bicicleta y retorné pedaleando como si la trepada no me hubiera bastado.
Para los que no conocen, San Jerónimo de Surco es un distrito que pertenece a la provincia de Huarochirí, en el departamento de Lima, a la altura del km 67 de la carretera central, camino a San Mateo, Ticlio, La Oroya, Huancayo, etc. Está situado a 2000msnm. Posee atractivos paisajes propios de la serranía esteparia. Cerca del pueblo, 5km cuesta arriba, a dos o tres horas de caminata y a 2700msnm se encuentra la catarata de Palacala, uno de los más importante atractivos turísticos de este lugar. Motivado por un interés pedagógico, de llevar a cabo ahí un trabajo de campo con mis alumnos, me contacté con Armando, cicloviajero de Perú Riders, que días antes había anunciado su salida a Surco para dicha fecha.
Armando, Omar y Julio partieron a las 6.30am del grifo Primax, como de costumbre, mientras que yo lo hice a las 7.00am del puente Santa Anita (km 0 de la carretera central). Pedalee los más rápido posible para alcanzarlos en Vitarte pero mi apuro no tuvo éxito, así que me resigné a hacer la ruta solo hasta Chosica (km 33), donde los encontré bebiendo concentrados de maca, quinua y soya, alimentos altamente energéticos y proteicos que caen a pelo a cualquier cicloviajero.
A las 9.10am retomamos el viaje a San Jerónimo de Surco (km 67), previo descanso en Cocachacra (km 53). Los 20 km hasta Cocachacra nos tomó 1 hora y 25 minutos, el primero en llegar fue Julio, le seguí yo, luego Omar y de ahí Armando. Este tramo es poco exigente, no obstante vas percibiendo el desgaste paulatinamente, pero se puede tolerar, pues cada cierta distancia hay tramos cortos en los que la carretera se vuelve medio plana y en declive lo cual te da chance para recobrar el aliento.
Al llegar a Cocachacra sentía que las piernas me quemaban, me era urgente ingerir frutas para reponer los electrolitos que, sin lugar a dudas, había perdido en exceso tras una copiosa transpiración propiciada por el trabajo físico y el calor reinante en aquella zona. Algunos plátanos y chirimoyas y una bebida rehidratante bastaron para calmar a los músculos que pretendían hacer “corto circuito” en las extremidades inferiores. Para descansar mejor solicité a la bodeguera una silla y otra para Julio que también parecía cansado, no obstante debo reconocer en Julio a un ciclista con una performance envidiable. Al llegar Omar y Armando les cedimos las sillas para que descansen. A las 11.15am partimos de Cocachacra hacia San Jerónimo de Surco. Este tramo sí que es agotador, son 14km de trepada con pocos declives y pocas planicies. Omar partió primero, luego salimos Julio y yo, mientras que Armando se quedó a comer y descansar.
Al cabo de unos minutos Omar desapareció sobre el asfalto y más tarde Julio hizo lo propio, así que me resigné a viajar solo como al principio, la diferencia es que ahora realmente estaba solo, entre las montañas, subiendo a duras tientas por una carretera inexorable que no me daba tregua para retomar el aliento. A diferencia de viajar por trocha, donde debes estar atento para no caerte, aquí hay que estar más atento aún para no ser arroyado por algún ómnibus interprovincial que ocupa gran parte del carril por donde tú vas a 8 ó 10km por hora comparado con los 40 ó 60 km por hora a la que van dichas máquinas rodantes. Debes voltear a cada rato para ver qué tipo de vehículo se te acerca para tomar tus precauciones y si es posible detenerte y pegarte a la montaña para evitar un accidente. De esta forma rodé lentamente con mi velocípedo hasta llegar a mi objetivo.
Era la primera vez que yo hacía el ascenso por la carretera central, así que lo asumí como un reto. Luego de San Miguel de Viso y de Intercuencas sabía que no estaba ahí para rendirme y que ese asfalto tórrido e inexorable, que se abría paso cuesta arriba entre las imponentes montañas, no me iba a hacer sucumbir antes de poder avizorar desde el sillín de mi monoplaza el letrero que dice “Bienvenido a San Jerónimo de Surco”.
Cada kilómetro de este tramo para mí era toda una hazaña. Jadeante, pero con el ánimo bien alto, iba devorando a duras penas el asfalto y hasta me daba tiempo para fotografiar y filmar el recorrido desde mi bicicleta. En el kilómetro 60 mis fuerzas ya no daban más y me vi obligado a detenerme para no desfallecer, salí de la carretera y me puse a descansar al borde del acantilado. Quince minutos después retomé el viaje y me propuse no detenerme hasta Surco, pero volví a parar en el kilómetro 62. El esfuerzo físico era tremendo, el ángulo de elevación de la carretera se hacía cada vez mayor, estaba pagando mi “derecho de piso” por ser la primera vez que rodaba cuesta arriba por estos lares. En el kilómetro 64 las fuerzas me abandonaron totalmente, era urgente comer algo y rehidratarme, me detuve cerca de un pueblito donde había un restaurante para viajeros, una mecánica de autos y un grifo de agua, descansé lo más que pude, me alimenté, me rehidraté y como último recurso extraje de mi mochila mi suplemento alimenticio que esta vez no me falló, me reincorporé rápidamente y retomé mi viaje llegando a Surco a las 1.20pm. En la plaza mayor esperaban Julio y Omar que, seguramente, habían padecido menos que yo el rigor de esta ruta, pues ya la habían hecho antes con Armando. Algo que no había mencionado y que me da mucha lástima decirlo es que durante este último tramo de 14 kilómetros en los que ascendía lentamente pegado a la montaña tuve tiempo para ver detenidamente como la canaleta por donde discurre el agua se encuentra plagada de varios elementos que no corresponden a este ecosistema, entre los que puedo citar están los siguientes: botellas de plástico de agua mineral y gaseosa, botellas de vidrio de gatorade y sporade, CDs, estuches de CDs, empaques de snack, cassetes, papel higiénico, lapiceros, vasos descartables, cajetillas de cigarro, trapos y otros desechos más que no tienen razón de estar ahí y que sólo pudieron ser arrojados por algún cretino irrespetuoso a través de la ventana de algún vehículo motorizado. Grande fue la vergüenza ajena que sentí en esos instantes. Después nos quejamos y lamentamos de la contaminación ambiental.
A la 1.50pm llegó Armando y nos llevó a un restaurante cuya entrada parecía el de una simple vivienda pero adentro tenía un gran ambiente para comer a gusto y a precio justo.
A las 3pm nos tomamos las fotos de rigor en la plaza mayor y de ahí fuimos al centro de información turístico para solicitar la información que buscaba al respecto de mi trabajo de campo que era lo que me había llevado por allá, cualquiera diría que sólo fui a San Jerónimo de Surco por un simple tríptico, pero lo cierto es que la información de primera mano que me dieron los que trabajan allí satisfizo mis requerimientos para poder hacer lo que me había propuesto.
A las 3.30pm nos lanzamos a rodar cuesta abajo. A casi 60 km/h la cosa es diferente y la sensación es indescriptible. Todo transcurrió sin percances. A las 5pm estábamos en Chosica y a las 6pm en Huachipa, donde nos despedimos de Julio, que se fue por la Av. Prialé rumbo a Los Olivos. A las 6.50pm llegamos al trébol de Monterrico, donde nos despedimos de Armando, mientras tanto Omar y yo seguimos por la Panamericana Sur camino a nuestras casas. A las 7.40pm, bastante agotado pero satisfecho, mi odómetro me recordaba que había viajado 152km a puro pedal.

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