domingo, 24 de abril de 2011

Lima-Canta-Huaros-La Viuda, en bicicleta, 21 y 22 de Abril de 2011.

Ir a Canta en bicicleta resultó más complejo que ciclar por la carretera central, para comenzar tuve que rodar 50km desde mi casa hasta Carabayllo, exactamente hasta el Km. 22 de la Av. Túpac Amaru, lugar donde se encuentra el acceso que lleva a dicha ciudad. Después de dos horas de salvar el dantesco tráfico vehicular y de cruzar a velocidad insospechada gran parte de Lima Sur, Lima Centro y Lima Norte llegué al famoso kilómetro 22 de la Av. Túpac Amaru, donde una retahíla de vehículos públicos y privados y un maremagno de viajeros intrépidos se disponían a enrumbarse por las rutas de Canta y la Cordillera La Viuda. Era jueves santo por la mañana, pero nadie parecía recordar a Jesús, el del madero, pues todos pugnaban por encontrar la mejor oferta que los llevara a celebrar con prontitud el fin de semana largo. Así transcurría la vida en “Perusalén” mientras yo recuperaba el aliento de mis 50 km. tratando de ver entre la muchedumbre algún otro ciclista desbocado que hubiera tenido la genial idea de viajar a Canta en bicicleta, pero no, no, no encontré a nadie, pues el primer grupo ya había partido hace dos horas y era imposible alcanzarlo, del segundo grupo no tenía noticia, pero lo más probable es que también ya estuvieran en ruta, así que en vez de quedarme a ver cómo pasa la vida en aquel Terminal que no me inspiraba confianza me acomodé en el asiento de primera clase de mi adorada Vicini y decidí enrumbar pedales hacia la provincia de Canta. Era la primera vez que pedaleaba por estos lares, en más de una ocasión tuve mis dudas para seguir avanzando, como el lugar no me inspiraba confianza apenas pude detenerme para tomar algunas fotografías, sabía que Canta estaba a 81km. de allí y a 2800msnm, entonces era de suponerse que la travesía iba a ser larga y penosa, sin embargo había mucha voluntad y una buena “cleta” que me llevaría a esos destinos.


Foto: Km 22 de la Av. Túpac Amaru.

Acompañado por una larga fila de autos y otros vehículos mayores fui rodando por una carretera espantosa, el trinomio “tierra + polvo + sol” convertían mi viaje en una penitencia emblemática, así transcurrieron casi 5km, más tarde apareció una lánguida pista, que se fue abriendo paso por las montañas, el panorama fue cambiando repentinamente y la tierra se hizo fértil y verde, no obstante habían tramos en que la carretera se convertía en un lienzo granuloso, con oquedades que hacían desdichado mi viaje y una atmósfera polvorienta que quedaba suspendida en el aire tras el raudo paso de los autos.
Pero en aquel escenario variopinto de un valle cuyo río no veía y de una carretera que se dejaba ciclar a duras penas y de comunidades campesinas cuya pobreza se atisbaba a la distancia y de miles de autos que pasaban cual saetas, cuyos tripulantes impertérritos sólo ansiaban llegar a su destino para iniciar la fiesta, yo viajaba como pasajero de primera clase en mi máquina de propulsión humana, sin chasís y sin ventanas, sin apremios ni arrogancias.
Luego de casi tres horas llegué a Trapiche y muy cerca de allí me topé con un arco en la carretera que decía: Santa Rosa de Quives a 27km. y Canta a 63 km. Eran las 11.40am, el sol quemaba intensamente y un cuadro de deshidratación aguda amenazaba con hacerme sucumbir de tamaña empresa de llegar a Canta en bicicleta, para suerte mía cada cierto tramo habían lugares donde se podía comprar algo, como bebidas re hidratantes y hasta frutas que comí a raudales. Tras pasar el kilómetro 41 el panorama se hizo más atractivo, ahora rodaba entre chacras y ralos bosques de eucaliptos y de cuando en vez me topaba con una recua de ganado caprino, ovino o vacuno solemnemente llevada por sus amos. Otras veces rodaba por el flanco de paredes verticales de montañas que habían sido cortadas para dar paso a la carretera y otras veces me encontraba con el valle en todo su esplendor como si fuese una sabana verde celosamente custodiada por Apus de color marrón que iban entretejiéndose en una suerte de cadena montañosa que más al Este encontrarían su destino en La Viuda.

Foto: Pasando Trapiche, km 41.Eran la 1.20pm cuando llegué a Yangas, aún me faltaban 8km para llegar a Quives, el lugar donde dicen que vivió una señorita que se convirtió en Santa. Unas cuantas chirimoyas, mandarinas y plátanos significaron el aporte energético y electrolítico que necesitaba para sortear ese tramo. Yo ya quería llegar a Canta pero ese sueño todavía estaba lejano.
En el kilómetro 60 encontré el desvío que conduce a los Petroglifos de Checta, un lugar donde hay rocas con dibujos que son motivo de estudios científicos. No habiendo tiempo para introducirme en ese pasado, seguí mi camino en dirección a Quives, la carretera mejoraba un poco pero la pendiente era mayor, lo cual dificultaba tremendamente el pedaleo y mermaba mis fuerzas a nivel de cuádriceps. A las 2.30pm me encuentro con un letrero que dice que sólo falta un kilómetro para llegar a Quives, cruzando dicho arco unos vendedores de chicha de jora salen a mi paso para ofrecerme el producto, valgan verdades la bebida resultó benevolente para cubrir la demanda de glucosa de mi diezmado cuerpo. Una vez llegado a la tierra donde vivió Santa Rosa de Lima, que se hallaba repleto de visitantes venidos de todas partes, me aposté en el lugar más higiénico que pude encontrar para poder almorzar, un plato de trucha frita, con frejoles y verduras, eximiamente dispuestos, aplacaron temporalmente el hambre para poder proseguir el camino a Canta. Pude haber comido antes, pero en otros lugares los restaurantes no me inspiraban confianza, pues la sola idea de ser atendido por personas desaliñadas y sucias alejaba de mí todo ánimo de calmar mi voraz apetito.


Foto: Entrada a Quives, Km. 64.


A las 3.15pm retomé mi viaje a Canta, el sol se había ocultado y ya no daba problemas, pero ahora el relieve se ponía en mi contra, la carretera se inclinaba y yo pedaleaba cuesta arriba a duras penas, el próximo pueblo era Yaso y se encontraba a casi 13km, un tramo bastante prolongado, zigzagueante, solitario, bordeando montañas tras montañas, que se volvía interminable, sobre todo porque me hallaba completamente agotado y avanzaba a 5km/h, una velocidad bastante irrisoria que era como estar caminando sobre un lienzo de asfalto que serpenteaba entre montañas inmutables y que en lontananza dejaba ver cerros y más cerros, sin final, sin destino, lo que a su vez me hacía sentir como una criatura ínfima e irreverente ante la imponente naturaleza.
Después de haber recorrido 106km, cuando ya iban a dar casi las 5pm llegué al pueblo de Yaso, un lugar apacible que había visitado hace 17 años cuando era estudiante de biología, en la entrada del pueblo unas señoras me sugirieron que tomara un carro para ir a Canta, pues me dijeron que aún me faltaban 23km de ascenso para coronar mi objetivo y que la neblina, la lluvia y la noche jugarían en mi contra. Luego de tomar algunas fotografías del pueblo, opté por hacerles caso a las señoras, pues no quise arriesgarme a sortear las alturas de Canta con la noche y el mal tiempo jugando en mi contra.

Foto: Pueblo de Yaso, Km. 77.

En el bus de Yaso a Canta fui observando cómo la carretera se iba empinando aún más y que efectivamente la neblina iba restando notablemente la visibilidad, el frío arreciaba y la noche se fue imponiendo de a poco. Veintitrés kilómetros en esas condiciones hubieran significado un riesgo absurdo que asumir.
A las 6.10pm llegué a Canta donde me encontré con el primer grupo de ciclistas, entre ellos Pedro, Moisés, Ruby, Danler, Rafael y otros más, casi todos ellos habían salido más temprano y habían hecho la ruta completa, del grupo de Miguel y LimaBike no se sabía nada, mientras que Fernando y otros amigos ya se hallaban en Cullhuay, donde pernoctarían para que al día siguiente pudieran ascender por la Cordillera La Viuda y descender por Milloc. Casi a las 7pm me encontré con Miguel y sus amigos de LimaBike, ellos habían pedaleado hasta Quives y de allí tomaron un bus hasta Canta.

Foto: Plaza mayor de Canta, amigos de LimaBike.

En total fuimos 14 los ciclistas que llegamos a Canta y pernoctamos allí. La ciudad estaba repleta, apenas pudimos encontrar un lugar digno y barato para dormir, un pequeño habitáculo, a dos cuadras de la plaza mayor, fue nuestro hogar esa noche en que los feligreses celebraban a más no poder su jueves santo. Nuestro camastro improvisado consistió en dos armatostes de triplay que fueron colocados sobre el suelo y cubiertos con cartón, sin frazadas, sin almohadas y sin mesita de noche para cargar el celular. Sólo Ruby alcanzó a convencer a la dueña de casa para que le alquilara su propio cuarto para dormir con ella y sus hijas. Debo confesar que fue la peor noche de mi vida, no dormí nada, pues el dolor de espalda y el frío mantuvieron ocupado a toda hora mi cerebro, lo cual impedía la desconexión total de esa realidad misérrima en la que me hallaba. Mientras tanto nuestros amigos de LimaBike vivían su propio calvario en un lugar similar en otro punto de la ciudad y Moisés con sus amigos pasaban mejor rato en un ambiente acogedor en el campamento de Obrajillo.


Foto: Hotel donde dormimos.


Así transcurrió la noche en la bucólica ciudad de Canta. A las 6am del viernes santo no hubo dolores de espalda que nos impidiera continuar con la travesía que cada quien se había propuesto. Luego de desayunarnos todos, el grupo conformado por Pedro, Moisés, Danler, Rafael y Ruby partieron hacia La Viuda, mientras que los amigos de LimaBike (Miguel, Ana, Elizabeth, Antonio, José, Daniel y Claudio) y yo nos fuimos a Huaros con la intensión de visitar el rodal de Puya Raimondi (Jaramajón) y luego descender por Huacos hasta Obrajillo.


Foto: Al día siguiente, viernes santo.


Foto: Camino a Hauros, con mis amigos de LimaBike.De Canta a Huaros hay 25km de ascenso por trocha carrozable, la ruta es exigente y el paisaje es impresionante y colosal. Elizabeth, José y Claudio fueron los primeros en llegar al pueblo de Huaros. En el desvío a Huaros dejé a Ruby, quien esperaría un carro para que la avanzara 10km hacia arriba donde alcanzaría a los demás ciclistas con los que treparía a la Cordillera La Viuda y luego descender todos juntos hasta Yantac y Marcapomacocha y al otro día por Milloc.


Foto: Mi amiga Ruby, rumbo a la Cordillera La Viuda.



Yo tuve que continuar solo hasta Huaros ya que los tres ciclistas que llegaron primero optaron por retornar a Canta. A la 1.15pm llegué a la plaza mayor de Huaros, donde unos jóvenes me informaron sobre la ruta al Jaramajon, me dijeron que había que andar por un camino que aún está en construcción y que el recorrido era de aproximadamente 4km y que me tomaría toda la tarde llegar hasta allá, ellos me sugirieron hacer la ruta por la mañana, por este motivo tuve que olvidarme de visitar el rodal de puyas de Raimondi y regresar a Canta antes que el tiempo empezara a cambiar.


Foto: Camino a Huaros. Foto: Plaza mayor de Huaros.


A la 1.50pm enrumbé pedales a Canta, descendiendo a más de 30km/h sobre mi velocípedo que se portaba como un dios.


Foto: Descenso de Huaros a Canta.


A las 3.15pm cuando ya estaba cerca de Canta decidí ir a conocer Obrajillo, allí recién me enteré que mis amigos de LimaBike habían decidido retornar a Lima antes de lo previsto, al parecer el descenso a Lima desde Canta quedaría postergado para otra fecha.


Foto: Plaza mayor de Obrajillo.Ya en Canta yo también decidí regresar a Lima en auto y como para compensar la ruta truncada de Canta a Lima en bicicleta al llegar al paradero la Pascana en Comas armé mi cleta y me lancé a rodar los 40km que me separaban de mi casa, con todo esto mi odómetro llegó a sumar 203km de recorrido a puro pedal.


Foto: Plaza mayor de Canta.


Foto: Plaza mayor de Canta.


Sólo después de terminar de escribir esta crónica supe que Ruby, Moisés y Luis llegaron a sus casas el sábado cerca de la media noche. Ellos pernoctaron en Marcapomacocha junto con los demás ciclistas, pero al día siguiente decidieron retornar por La Viuda ya que a Ruby le afectó el soroche y en el desvío que lleva a Cerro de Pasco tuvo que apoyarse en una camioneta que la llevó de regreso a Canta. Pedro, Fernando, Danler y otros más culminaron satisfactoriamente su odisea cruzando la cordillera por Milloc en una ruta interminable de descenso downhillero hasta llegar a San Eulalia.


Esto sin lugar a dudas es una muestra de cicloaventura donde se ponen a prueba el valor, la fuerza, el optimismo, la solidaridad y el amor incalculable por el ciclismo y el Perú.

Viaja por el Perú en bicicleta, no te arrepentirás.


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Atte.


Lic. Dúbert Díaz R.


RodandoPerú




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5 comentarios:

  1. CRUZ-1021@HOTMAIL.COM18 de mayo de 2011, 18:09

    es impresionante la forma en como uno se pone a prueba en el ciclismo , todo es una combinacion de sensaciones y pruebas

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  2. huau que bacan es hacer esos recorridos.yo tengo mi bici ya tiene su año pero aun sigue por lo que la eh cuidado muy bien, yo solo llegue hasta ancon de collique-comas, ida y vuelta , me gustaría tener orientación de lugares donde podría encontrar tanta emoción como, ustedes lo hicieron

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  3. ¡Bien Paulino!, si quieres participar de nuestras salidas puedes ingresar a nuestro facebook RodandPerú, allí se publican todos los eventos que realizamos.
    Saludos.

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  4. Hola, bajar de canta hasta lima es mejor ya que la pista es de bajada.. llegas más rápido.
    Yo vivo ahí en el km 22 de carabayllo y eh llegado en bici hasta trapiche, pero el camino por la carretera es muy cansado subir, así que se toma otra ruta donde el camino es plano, pero hay más perros que te persiguen y obviamente más tierra, en el mismo km22 de la avenida Tupac Amaru hay micros que te llevan a 3 soles y la bicicleta va en la parte superior( no te cobran pasaje por la bici), pero ir en auto o micro no es el punto, siempre quise ir con LimaBike, pero no se da la oportunidad.
    Por cierto tu descripción del lugar y los restaurantes en bastante cierto!, hay muchas moscas porque en esos lugares hay criaderos de cerdos y es realmente asqueroso, así que es bueno que no hayas comido en esos lugares.. has evitado enfermarte. Me gusta tu blog!!!

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