A 152 km al norte de Lima se encuentra la ciudad de Huacho, con sus salchichas y sus playas ardientes, su balcón libertador y sus albuferas de medio mundo.
Para un hombre común y corriente no sería difícil llegar hasta allá, pues sólo tendría que abordar un bus y en dos horas habrá satisfecho sus ganas de estar en dicha ciudad; sin embargo, aleluya de las diferencias, hay quienes preferimos hacer el viaje en 2 ruedas sin importar lo que nos tarde en llegar. Hay quienes dicen que estamos locos, otros nos tildan de temerarios y otros piensan que somos unos farsantes, pues les resulta imposible creer que un simple mortal pueda pedalear 170km durante casi 10 horas y vivir para contarlo. Tal vez sí estamos locos, pero de aburrimiento, de estrés, de sedentarismo, de asfalto y cemento, de trabajo, de semáforos y ciudades atiborradas de smog, ruidos molestos, avisos publicitarios y personas indeseables que se te cruzan por el camino. Por estos y por otros motivos los cicloviajeros nos lanzamos a rodar con el único deseo de prodigarle a nuestra alma harta felicidad y sensación de libertad a raudales.
Eran las 6.25am del día 11 del mes 10 del año 2009 cuando me encontré con Pedrito en el Cine Orrantia. A las 6.30am empezamos a rodar por las avenidas Javier Prado Oeste, La Marina y Universitaria. A las 7.30am estábamos ya en la Panamericana Norte donde nos encontramos con Armando, Julio y Arturo. De allí, a velocidad moderada, nos fuimos alejando de Lima hasta alcanzar el Peaje de Ancón en el km. 48 de la Panamericana Norte, previo encuentro con Pavel y Moisés en el centro de control de la Sunat. Al otro lado del peaje nos esperaba la aventura, con sus colinas empinadas y su carretera tortuosa, sus vientos de arena y su calor sofocante, su densa neblina y su prolijo desierto que en algún momento iba a ser tímidamente interrumpido por el valle de Chancay.
A las 9.20am retomamos el viaje. Los 25km que separan Ancón de Chancay están ocupados en gran medida por una elevación montañosa conocida como Pasamayo, la cual posee dos carreteras, una de las cuales se llama “variante de Pasamayo” que es por donde viajamos esta vez. Son 15 km de subida y 10km de bajada y te toma casi dos horas concluir dicho tramo. La trepada es medianamente exigente pues llegas a ascender hasta cerca de los 1000msnm. Entre abril y setiembre, este lugar suele estar cubierto por una densa neblina que se desliza como un fantasma sobre la superficie estéril del desierto que, a la sazón, le va absorbiendo su humedad y va haciendo brotar una fina hierba que modifica el paisaje en todo su amplitud. El descenso de 10km hasta la entrada de Chancay es una experiencia espectacular, la bicicleta puede sobrepasar los 70Km/h, razón por la cual hay que estar muy atento para no perder el control de la máquina, pues el primer error sería el último y tal vez no vivas para contarlo.
A las 11am arribamos a Chancay, una ciudad situada casi al nivel del mar. Nosotros pasamos de largo pues nuestro objetivo era llegar a Huacho lo más antes posible para poder ir a las albuferas de medio mundo. A las 11.50am nos detuvimos en el kilómetro 82 para abastecernos de alimentos y bebidas, pues se avecinaba una gran franja desértica capaz de hacer sucumbir hasta al más entusiasta de los viajeros.
Atrás se fue quedando el valle de Chancay, con sus cultivos de hortalizas y naranjos, con sus playas de arena y sus lomas multicolores, con sus tierras fecundas y su generoso mar. Mientras tanto la carretera se iba abriendo paso sobre las caprichosas formas del desierto costero, algunas veces la trayectoria que seguíamos se inclinaba hacia arriba y otras veces hacia abajo, las trepadas de 4 ó 5 km parecían interminables. A las 12.40pm, en lo alto de una colina, en medio del desierto, alcanzamos el km 100 de la panamericana norte, lugar que consideré digno de registrar fotográficamente, pues en otra ocasión había hecho lo mismo en un punto equidistante al sur de Lima. El kilómetro 105 no sería relevante si no fuese porque allí se encuentra el acceso a la reserva nacional de Lomas de Lachay, un ecosistema singular enclavado en pleno desierto, con una flora y fauna característicos que se vuelven exuberantes durante los meses de julio a setiembre cuando la neblina abunda. ¡Quién diría que algún día yo llegaría en bicicleta a las Lomas de Lachay!, en mi época de estudiante, cuando vine más de una vez por aquí, seguro que jamás pensé hacerlo en dos ruedas y si alguien de mi entorno lo hubiese imaginado habría catalogado de absurda la empresa de rodar 105 kilómetros hasta dichas lomas, sin embargo, esta vez, Lachay estaban frente a mí y había salvado sus distancias a bordo de un vehículo de propulsión humana.Más allá de Lachay hay 43 kilómetros de desierto antes de llegar Huacho, este tramo me hizo recordar la ruta de Asia a Cerro Azul (ruta a Cañete), con la diferencia de que al norte hay más colinas que trepar, no obstante los descensos se convierten en una retribución al mérito que te ofrece la posibilidad de rodar a 50km/h montado en un vehículo de primera clase.
A pesar de su aparente quietud y desolación constante, el desierto del pacífico presenta un dinamismo singular, el viento remueve la arena y al mismo tiempo va construyendo, destruyendo y reconstruyendo el paisaje, y en sus zonas más altas las colinas se vuelven esponjas atrapadoras de agua, lo cual hace que el germoplasma germine originando una gran variedad de hierbas que otorgan al desieto matices de prado. A la distancia, la carretera se ve como un hilo negro sin fin, casi infranqueable si vas a bordo de un velocípedo, no obstante a estas alturas del camino ya nada te puede doblegar, sobre todo cuando te faltan 30 km para coronar tu objetivo. Sin embargo, nunca faltan problemas técnicos ajenos a nuestra voluntad que intentan truncar el viaje, esta vez la bicicleta de Armando estuvo a punto de colapsar, el plato medio de su catalina se había doblado, tal vez debido a la fuerte presión ejercida por la cadena a la hora de trepar las cuestas. Felizmente el plato pudo ser enderezado pero quedo inutilizable, razón por la cual se habilitó sólo el plato grande con lo cual Armando pudo continuar el viaje.A las 3pm, extenuados y famélicos, llegamos al peaje de Huacho. Aún nos quedaba 10km por recorrer, pero antes había que reponer energías y re hidratarse correctamente. A las 3.15pm retomamos el viaje y luego de atravesar el desierto por 20 minutos pude ver al fin desde el sillín de mi bicicleta la ciudad de Huacho, reposando tranquila sobre una extensa llanura cercana al mar. A las 3.45pm cruzamos el arco que da la bienvenida a esta ciudad y a las 4pm llegamos a la plaza mayor, donde hicimos un alto para almorzar y pensar en el siguiente destino. Al término del almuerzo ya habíamos decidido cancelar nuestro viaje a las albuferas de medio mundo por cuestiones de tiempo. Fue entonces que decidimos hacer un poco de cicloturismo por el lugar, yendo primero al malecón y de ahí a Huaura, donde se encuentra el balcón libertador. En el malecón de Huacho Arturo se percató que su llanta se estaba bajando, lo cual motivó su rápido cambio, no obstante nada hacía presagiar que la reparación de dicha avería iba a movilizar a todos los presentes, pues se necesitaron seis hombres para solucionar el problema, ¿será que acaso el problema era realmente serio? ¿Será que la bicicleta de Arturo exige la intervención de más de una mano experta? o ¿es que Arturo tiene la capacidad de convocar la solidaridad de todos cuando la necesidad lo apremia? Más allá del motivo que fuera y de la chanza que ello produjo lo cierto es que Arturo y su bicicleta pudieron seguir rodando por los caminos del Perú.
A las 7pm, en el terminal de Huacho, mi odómetro marcaba 170km de recorrido total, con esto otro más de mis sueños en dos ruedas había sido cumplido.
Ver álbum de fotos aquí:
http://picasaweb.google.com/ciclotrebud/LimaHuachoHuauraFullBicla111009#
ATTE
Dúbert Díaz R.
RodandoPerú
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Para un hombre común y corriente no sería difícil llegar hasta allá, pues sólo tendría que abordar un bus y en dos horas habrá satisfecho sus ganas de estar en dicha ciudad; sin embargo, aleluya de las diferencias, hay quienes preferimos hacer el viaje en 2 ruedas sin importar lo que nos tarde en llegar. Hay quienes dicen que estamos locos, otros nos tildan de temerarios y otros piensan que somos unos farsantes, pues les resulta imposible creer que un simple mortal pueda pedalear 170km durante casi 10 horas y vivir para contarlo. Tal vez sí estamos locos, pero de aburrimiento, de estrés, de sedentarismo, de asfalto y cemento, de trabajo, de semáforos y ciudades atiborradas de smog, ruidos molestos, avisos publicitarios y personas indeseables que se te cruzan por el camino. Por estos y por otros motivos los cicloviajeros nos lanzamos a rodar con el único deseo de prodigarle a nuestra alma harta felicidad y sensación de libertad a raudales.
Eran las 6.25am del día 11 del mes 10 del año 2009 cuando me encontré con Pedrito en el Cine Orrantia. A las 6.30am empezamos a rodar por las avenidas Javier Prado Oeste, La Marina y Universitaria. A las 7.30am estábamos ya en la Panamericana Norte donde nos encontramos con Armando, Julio y Arturo. De allí, a velocidad moderada, nos fuimos alejando de Lima hasta alcanzar el Peaje de Ancón en el km. 48 de la Panamericana Norte, previo encuentro con Pavel y Moisés en el centro de control de la Sunat. Al otro lado del peaje nos esperaba la aventura, con sus colinas empinadas y su carretera tortuosa, sus vientos de arena y su calor sofocante, su densa neblina y su prolijo desierto que en algún momento iba a ser tímidamente interrumpido por el valle de Chancay.
A las 9.20am retomamos el viaje. Los 25km que separan Ancón de Chancay están ocupados en gran medida por una elevación montañosa conocida como Pasamayo, la cual posee dos carreteras, una de las cuales se llama “variante de Pasamayo” que es por donde viajamos esta vez. Son 15 km de subida y 10km de bajada y te toma casi dos horas concluir dicho tramo. La trepada es medianamente exigente pues llegas a ascender hasta cerca de los 1000msnm. Entre abril y setiembre, este lugar suele estar cubierto por una densa neblina que se desliza como un fantasma sobre la superficie estéril del desierto que, a la sazón, le va absorbiendo su humedad y va haciendo brotar una fina hierba que modifica el paisaje en todo su amplitud. El descenso de 10km hasta la entrada de Chancay es una experiencia espectacular, la bicicleta puede sobrepasar los 70Km/h, razón por la cual hay que estar muy atento para no perder el control de la máquina, pues el primer error sería el último y tal vez no vivas para contarlo.
A las 11am arribamos a Chancay, una ciudad situada casi al nivel del mar. Nosotros pasamos de largo pues nuestro objetivo era llegar a Huacho lo más antes posible para poder ir a las albuferas de medio mundo. A las 11.50am nos detuvimos en el kilómetro 82 para abastecernos de alimentos y bebidas, pues se avecinaba una gran franja desértica capaz de hacer sucumbir hasta al más entusiasta de los viajeros.
Atrás se fue quedando el valle de Chancay, con sus cultivos de hortalizas y naranjos, con sus playas de arena y sus lomas multicolores, con sus tierras fecundas y su generoso mar. Mientras tanto la carretera se iba abriendo paso sobre las caprichosas formas del desierto costero, algunas veces la trayectoria que seguíamos se inclinaba hacia arriba y otras veces hacia abajo, las trepadas de 4 ó 5 km parecían interminables. A las 12.40pm, en lo alto de una colina, en medio del desierto, alcanzamos el km 100 de la panamericana norte, lugar que consideré digno de registrar fotográficamente, pues en otra ocasión había hecho lo mismo en un punto equidistante al sur de Lima. El kilómetro 105 no sería relevante si no fuese porque allí se encuentra el acceso a la reserva nacional de Lomas de Lachay, un ecosistema singular enclavado en pleno desierto, con una flora y fauna característicos que se vuelven exuberantes durante los meses de julio a setiembre cuando la neblina abunda. ¡Quién diría que algún día yo llegaría en bicicleta a las Lomas de Lachay!, en mi época de estudiante, cuando vine más de una vez por aquí, seguro que jamás pensé hacerlo en dos ruedas y si alguien de mi entorno lo hubiese imaginado habría catalogado de absurda la empresa de rodar 105 kilómetros hasta dichas lomas, sin embargo, esta vez, Lachay estaban frente a mí y había salvado sus distancias a bordo de un vehículo de propulsión humana.Más allá de Lachay hay 43 kilómetros de desierto antes de llegar Huacho, este tramo me hizo recordar la ruta de Asia a Cerro Azul (ruta a Cañete), con la diferencia de que al norte hay más colinas que trepar, no obstante los descensos se convierten en una retribución al mérito que te ofrece la posibilidad de rodar a 50km/h montado en un vehículo de primera clase.
A pesar de su aparente quietud y desolación constante, el desierto del pacífico presenta un dinamismo singular, el viento remueve la arena y al mismo tiempo va construyendo, destruyendo y reconstruyendo el paisaje, y en sus zonas más altas las colinas se vuelven esponjas atrapadoras de agua, lo cual hace que el germoplasma germine originando una gran variedad de hierbas que otorgan al desieto matices de prado. A la distancia, la carretera se ve como un hilo negro sin fin, casi infranqueable si vas a bordo de un velocípedo, no obstante a estas alturas del camino ya nada te puede doblegar, sobre todo cuando te faltan 30 km para coronar tu objetivo. Sin embargo, nunca faltan problemas técnicos ajenos a nuestra voluntad que intentan truncar el viaje, esta vez la bicicleta de Armando estuvo a punto de colapsar, el plato medio de su catalina se había doblado, tal vez debido a la fuerte presión ejercida por la cadena a la hora de trepar las cuestas. Felizmente el plato pudo ser enderezado pero quedo inutilizable, razón por la cual se habilitó sólo el plato grande con lo cual Armando pudo continuar el viaje.A las 3pm, extenuados y famélicos, llegamos al peaje de Huacho. Aún nos quedaba 10km por recorrer, pero antes había que reponer energías y re hidratarse correctamente. A las 3.15pm retomamos el viaje y luego de atravesar el desierto por 20 minutos pude ver al fin desde el sillín de mi bicicleta la ciudad de Huacho, reposando tranquila sobre una extensa llanura cercana al mar. A las 3.45pm cruzamos el arco que da la bienvenida a esta ciudad y a las 4pm llegamos a la plaza mayor, donde hicimos un alto para almorzar y pensar en el siguiente destino. Al término del almuerzo ya habíamos decidido cancelar nuestro viaje a las albuferas de medio mundo por cuestiones de tiempo. Fue entonces que decidimos hacer un poco de cicloturismo por el lugar, yendo primero al malecón y de ahí a Huaura, donde se encuentra el balcón libertador. En el malecón de Huacho Arturo se percató que su llanta se estaba bajando, lo cual motivó su rápido cambio, no obstante nada hacía presagiar que la reparación de dicha avería iba a movilizar a todos los presentes, pues se necesitaron seis hombres para solucionar el problema, ¿será que acaso el problema era realmente serio? ¿Será que la bicicleta de Arturo exige la intervención de más de una mano experta? o ¿es que Arturo tiene la capacidad de convocar la solidaridad de todos cuando la necesidad lo apremia? Más allá del motivo que fuera y de la chanza que ello produjo lo cierto es que Arturo y su bicicleta pudieron seguir rodando por los caminos del Perú.
A las 7pm, en el terminal de Huacho, mi odómetro marcaba 170km de recorrido total, con esto otro más de mis sueños en dos ruedas había sido cumplido.
Ver álbum de fotos aquí:
http://picasaweb.google.com/ciclotrebud/LimaHuachoHuauraFullBicla111009#
ATTE
Dúbert Díaz R.
RodandoPerú
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a los que se animen este año, saldremos para semana santa, entrenen y nos encontramos el jueves 10 pm en plaza norte para empezar nuestra nueva aventura de rodar por el peru con la fuerza de nuestras piernas por las rutas del peru
ResponderEliminarPero debes indicar tu nombre y dejar un correo o teléfono de contacto, es una falta de respeto invitar anónimamente.
ResponderEliminarSaludos.
Dúbert Díaz
RodandoPerú