“Caminante, son tus huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.
La mañana del 10 de marzo de 2013 treinta y seis ciclistas nos enrumbamos en una ruta incierta, pues sólo conocíamos una parte del camino y lo demás estaba por descubrir.
Un mapa trazado en Google Earth y una brújula de marcha
bastaron para posicionarnos en las montañas más altas de Lima Sur (1050msnm).
Concentración: Grifo Primax, Av. Javier Prado Este, La Molina.
Rumbo al Parque Ecológico de La Molina.
(FOTO: Franco Kawaguchi)
Todo comenzó en un lugar llamado Grifo Primax desde donde
rodamos en dirección al Parque Ecológico de La Molina. Desde la explanada de dicho
parque un camino en zigzag se anuncia como un garabato distante sobre la
vertiente de una montaña cuya cumbre bordea los 700msnm.
Parque Ecológico de La Molina.
¡Qué! ¿Por allá iremos? ¡Sí, por allá iremos! La ruta que
lleva a Manchay y Pachacamac está detrás de esos cerros y hemos venido hasta
aquí para conocerla. Casi todos sabíamos que era una ruta descabellada, sin
embargo allí estábamos todos dispuestos a sortear la primera cumbre, lo que
vendría después nadie se lo imaginaba. Un agente de Serenazgo registró nuestros
datos y se despidió de nosotros sorprendido porque consideraba muy “tirado de
pelos” la idea de trepar las montañas para llegar a Manchay pudiendo hacerlo
como lo hace la gente normal por el camino convencional.
Trepando por el parque Ecológico de la Molina.
Las bicicletas rodaron sólo hasta cierto punto, luego al
llegar al “zigzag” tuvimos que empujarla o cargarla hasta coronar la primera
cumbre. Casi una hora tardó todo el grupo en llegar a la cima. La cosa fue
muy divertida, aunque para algunos fue bastante extenuante. Sin embargo el
esfuerzo fue recompensado con una vista privilegiada de Lima, pues gran parte de nuestra ciudad podía verse desde aquella colina.
Trepada hacia la primera cumbre.
Trepada hacia la primera cumbre.
Llegando a la primera cumbre (700msnm).
Llegada a la primera cumbre (700msnm).
El camino en dirección Oeste
lo conocíamos perfectamente, pero esta vez nuestro objetivo era ir hacia el
Este para llegar a Manchay. Una breve revisión del mapa nos hizo elegir la ruta
correcta, aunque se tratase sólo de un sendero ligeramente empinado que se
perdía en lo alto de otro cerro. Llegar a la segunda cumbre fue relativamente
fácil, aunque casi nadie pudo abordar su monoplaza para rodar por la abrupta
pendiente.
Trepada hacia la segunda cumbre.
LLegada a la segunda cumbre (800msnm).
La gente estaba eufórica y con la adrenalina al 100%, a
estas alturas del viaje ya todos sabíamos que El Reto de la Lomas no era un
juego, sobre todo cuando nos dimos cuenta que otra montaña de pendiente
exacerbada y superficie rocosa se habia interpuesto en nuestro camino. Algunos me
preguntaron tímidamente ¿Trebud, por dónde es el camino? y mi respuesta fue perentoria
¡No lo sé!, lo cual mereció la risa de los presentes, pero fue en ese instante
que les recordé que el evento que los había convocado decía claramente: “ruta
de exploración y descubrimiento”, así que no había porque sorprenderse y lo
mejor sería buscar el camino que nos lleve a Manchay. Mientras que un compañero se fue a
explorar la zona Norte de aquel cerro imponente otros fuimos a explorar la zona
Sur, pero dichos caminos no nos convencieron, así que luego de consultar el
mapa y poner a punto nuestra brújula llegamos a la conclusión de que debíamos seguir
hacia el Este, aunque en medio de nuestro camino se encontrase interpuesta aquella
montaña de más de 100m de altura. Fue así como empezó el éxodo, no había otra
opción, salvo volver la vista atrás y retornar sin gloria por el mismo camino.
Todos, alentados por la curiosidad y un gran arrebato de locura, respiraron
profundamente y se echaron a andar por la escarpada vertiente de aquel cerro
que apenas dejaba ver el rastro de un camino ignoto que se perdía en
lontananza. Cuesta arriba, cada quien fue escribiendo su propia historia
soportando con estoicismo lo rudo de la jornada, empujando su bicicleta y otras
veces cargándola en hombros. Al cabo de unos minutos una columna de ciclistas
tomó posesión del cerro y hasta podría decirse que se apoderó de él, ni la
enhiesta pendiente, ni las grandes rocas que tuvimos que sortear, doblegó el
ánimo acérrimo de los presentes, cuya fortaleza casi salvaje dejaba entrever,
además, un misticismo extraño que se coludía tácitamente con un vehículo de
propulsión humana que esta vez no les era tan útil pero los inspiraba a involucrarse
en situaciones insospechadas que le
hacían descargar grandes dosis de Endorfina y Adrenalina para no sucumbir al
estrés. ¡Se divierten muchachos!, era el grito de motivación para arrancar un
amago de aliento a quienes ya no daban señales de vida. Cada vez que mirabas la
Cima ésta se hacía más eterna, como si el Apu no quisiera concedernos la gracia
de la conquista; y como si esto fuera poco el nivel del agua iba cumpliendo su
rol inmisericorde en el fondo de nuestras botellas. La solidaridad y la
política del buen amigo nos llevaron a compartir el agua en todo momento.
Trepada a la tercera cumbre.
Trepada a la tercera cumbre.
Trepada a la tercera cumbre.
Trepada a la tercera cumbre.
Los primeros en llegar a la tercera cumbre se veían
distantes, parados sobre un promontorio de donde podían atisbar a los que aún seguían
librando su propia batalla.
La tercera cumbre llegó con sorpresa, el panorama de Lima
era casi total. El privilegio era de todos. Sin embargo todavía quedaba un
largo tramo por recorrer.
Mientras los demás iban llegando los demás fuimos escrutando el
terreno y consultando el mapa. A lo lejos se divisaba una carretera que luego
se bifurcaba en dos direcciones, nosotros tomaríamos la que iba en dirección
Noreste, pues estábamos convencidos que aquella ruta nos llevaría a Manchay, no
obstante se apreciaba claramente que aquel camino ascendía hacia una cuarta
cumbre que estaba aún más alta del lugar donde nos encontrábamos.
Llegada a la tercera cumbre.
La ruta hacia la cuarta cumbre.
Además de la carretera pudimos observar que en
medio de las montañas había un Muro en construcción que significaba la
separación física entre los distritos de Villa María y La Molina, ¡Carajo! otro
“Muro de la vergüenza”, era increíble ver que aún en nuestra propia ciudad se
construyen fronteras para dividir a la gente, el Muro le pertenecía al distrito
de La Molina.
Más tarde, cuando todos habían llegado, descendimos hasta
donde empezaba el Muro y grande fue nuestra sorpresa cuando nos topamos con
unos guardias municipales que nos impidieron el paso. La orden era no dejarnos
pasar y mucho menos utilizar la carretera porque se trataba de una propiedad
privada, ¡Carajo, ahora hasta las montañas tienen dueño!, esto era insólito. Los
guardias llamaron a su superior, un policía de apellido Fernández que trabaja
para el municipio de La Molina, quien se apersonó raudamente a bordo de una
camioneta para decirnos personalmente que no podíamos pasar porque la carretera
y todo ese lugar tenía un dueño de nacionalidad Italiana llamado Renzo
Ciudadano, quien residía en la cuarta cumbre por donde nosotros pretendíamos
pasar. Más allá de que fuese cierto lo que el policía decía, la solución al
problema era más una cuestión de sentido común y lógica simple. Nosotros éramos
30 ciclistas que habíamos cruzado una cadena montañosa practicando nuestro
deporte favorito, qué daño podíamos hacerle a una carretera afirmada por donde
ningún vehículo transitaba y ni siquiera podía tildarnos de invasores o gente
de mal vivir porque era más que evidente que lo que hacíamos era practicar un
deporte. El policía pretendía hacernos regresar por donde habíamos venido, si le
habríamos hecho caso más de uno hubiese desfallecido deshidratado en medio del
camino. Ante el poco razonamiento del policía nosotros pasamos y los guardias
no pudieron hacernos nada, porque además nosotros éramos más que ellos.
El encuentro con los guardias y el Muro de la verguenza.
Más
tarde la camioneta terminó escoltándonos hasta la cuarta cumbre. Aquella
trepada fue devastadora, el camino en zigzag y la falta de agua terminaron por
destruirnos a todos, pero lo logramos. Poco antes de llegar a la cumbre la
carretera se eleva en un ángulo de casi 60 grados que nos obliga a bajarnos de
la bicicleta y a caminar largo rato. El cuerpo ya no daba más, había que parar cada 10 pasos y
recuperar el aliento para poder seguir. A estas alturas del viaje el Reto de las
Lomas significaba un martirio pues no tenía cuando acabar, ya casi habían
transcurrido 5 horas por las montañas y no encontrábamos Manchay.
Rumbo a la cuarta cumbre.
Trepada a la cuarta cumbre.
Al llegar a la cuarta cumbre, exhaustos, moribundos,
malogrados, marchitos, macilentos, hambrientos y sedientos a más no poder nos
topamos con la cabaña del italiano, quien otra vez nos dijo que no podíamos
pasar, ¡Puta mare, qué tenía este tipo?
¿Qué daño le habíamos hecho? En eso, el italiano miserable, ayudado por
el policía y sus guardias atraviesa sus dos camionetas en la pista para no dejarnos
pasar, este tipo sí que estaba loco. Todos sabíamos que al otro lado de esa
cabaña se iniciaba el descenso que tanto habíamos anhelado y que al final de
dicho descenso nos aguardaba Manchay con toda clase de bebidas frescas y
potajes que no dudaríamos en probar.
Llegada a la cuarta cumbre, el encuentro con el italiano.
Estos señores no nos dejaban pasar.
Algunos compañeros tuvieron que irse por este sendero.
Mientras esperábamos al resto de los ciclistas, el
policía intentó negociar con nosotros exhortándonos a que bajáramos por un lado
del cerro recorriendo un estrecho sendero que nos llevaría a Musa a lo cual
nosotros nos negamos y más bien preferimos esperar a todo el grupo para pasar
en “Masa crítica”. Luego de casi una hora de espera el policía y el italiano
deciden marcharse, los vehículos se retiran y la pista queda libre para
nosotros. Fue en ese instante que la Masa crítica entra en acción y pasa sin
sobresaltos por el frontis de la cabaña del europeo. ¡La pista era nuestra y Manchay
con sus bebidas también!
Finalmente se impuso la bicicleta y la razón.
¡Por fin pudimos rodar por el descenso de Manchay!
Durante la espera ocho ciclistas decidieron bajar por el
sendero que llevaba a Musa y los 22 restantes nos echamos a rodar por el descenso que conducía a
Manchay, que dicho sea de paso estuvo espectacular; sin embargo tuvimos que
cortar camino para no seguir en propiedad privada, para ello cruzamos un cerco de alambres que nos puso a salvo del italiano y después a rodar por un lugar llamado
Villa Florida en la III etapa de Manchay.
.
Lo anecdótico de la cuarta cumbre fue que en la cabaña
del italiano había un tanque de agua conectado al tanque de un inodoro, aquel
descubrimiento resultó ser el oasis que habíamos alucinado desde lo alto de la
tercera cumbre cuando nos quedamos sin agua. Más de uno no dudó en beber aquel
líquido incierto que lo puso a salvo de la muerte. No sabemos si fue una
bendición del italiano o el detalle insólito y misericordioso que lo pondrá a salvo del infierno
por habernos maltratado cuando ya andábamos maltrechos.
Nuestra llegada a la primera bodega que encontramos en
Villa Florida (Manchay) fue una verdadera fiesta.
En la bodega de Villa Florida (Manchay, III etapa).
Se
agradece a cada uno de los participantes. Aquel día dieron lo mejor de sí,
pusieron a prueba su buen estado físico, su tesón y voluntad. Estamos seguros
que se divirtieron mucho y que su travesía por las colinas más altas de
Lima Sur será una experiencia que jamás olvidarán.
"SÓLO EL AMOR POR LA BICICLETA NOS HACE HACER
TAMAÑAS LOCURAS".
La Ruta:
Ver álbum de fotos aquí: Reto de las Lomas I
Ver vídeo (cortesía de José Dávila) aquí: Reto de las Lomas
recuerdo de nuestra locura por el reto a las lomas linda locura seguro irrepetible
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